Historia del Chihuahua

ChihuahuaLa relación evolutiva entre dos perros tan diferentes como el Chihuahua y el San Bernardo resulta tan difícil de imaginar como aceptar que el oso pardo pertenece también a la misma familia.

El curioso Chihuahua puede llegar a ser tan pequeño como el más diminuto miembro de su tronco familiar. He ahí al fenec (zorro africano) que pesa, como promedio, entre 1 y 1,5 kg y que ha tenido que ser clasificado por los científicos como un género separado, Fennecus zerda, debido a que sus rasgos no se ajustan a los del zorro común, según la clasificación de las especies. El fenec tiene unas orejas extraordinariamente largas y sus ojos de «bebé» son grandes y redondos. Los naturalistas consideran que sus increíblemente desproporcionadas orejas le proporcionan sombra durante los raros momentos en que el nocturnal fenec se expone a la luz del sol. Y lo que es aun más importante, el rocío producido por las frías corrientes costeras se almacena, al parecer, en la parte trasera de sus orejas, lo que explicaría su capacidad para sobrevivir indefinidamente lejos de cualquier fuente de agua.

Aunque pudiera no existir conexión evolutiva alguna entre los dos diminutos habitantes del desierto, lo cierto es que existen sorprendentes similitudes entre el Chihuahua y el zorro fenec. Con sus enormes ojos y orejas, el minúsculo Chihuahua resulta tan simpático como el fenec que, lamentablemente, está ahora en la lista de las especies en peligro de extinción. Y como el origen del Chihuahua permanece en el misterio, puede resultar divertido fabular en torno a su fascinante semejanza.

El Fennecus zerda tiene pies largos, delgados, peludos y un tanto planos, que le permiten desplazarse velozmente por las arenas, lo mismo que el Chihuahua original. El fenec es oriundo del desierto del Sáhara desde el sur de Marruecos hasta Egipto y Sudán. Muchos expertos en la raza consideran que ésta es la zona exacta donde se originaron los antepasados del Chihuahua. Este minúsculo perro se destaca no sólo por admitir a otros Chihuahuas sino también por su necesidad de convivir con ellos. A diferencia de los otros zorros, el fenec vive en grupos de ocho a diez individuos.

El Chihuahua prefiere una dieta variada. Si se le da la oportunidad, elegirá precisamente la misma comida que elegiría un fenec: vegetales, roedores muy pequeños, lagartijas e insectos. Pregunte a cualquier dueño acerca de la irreprimible e irresistible preferencia de esta raza por cazar y comer insectos. Lo mismo que el Chihuahua, el pequeño zorro tiene una dentadura débil, disposición verdaderamente rara en una especie salvaje, aunque por desgracia, bastante común en los perros de talla pequeña.

¿Quién sabe qué pudo ocurrir miles de años atrás? Sabemos que en la década de 1980, el fenec fue cruzado con éxito con una raza canina doméstica. ¿Es necesario preguntar con cuál? Tales cruces aún se efectúan en California, lugar donde, no precisamente por azar, el leopardo asiático fue cruzado con el gato doméstico en la década de 1970. Un investigador médico de la Universidad de California descubrió que el leopardo era inmune a la leucemia, pero fue incapaz de manejar o reproducir al pequeño leopardo con fines de investigación. Así es que se puso a trabajar con una criadora de gatos, Jean Mill, y entre los dos lograron la supuestamente imposible proeza de combinar los diferentes números de cromosomas y las otras incompatibilidades con posibilidades de solución, entre las dos especies. El resultado fue el Bengala, un popular gato de exposición y mascota familiar, con manchas realmente espectaculares.

Ahora lancemos un vistazo a ciertas teorías, leyendas y hechos que realzan el encanto del miembro más pequeño de la especie Canis familiaris.

Algunos de los historiadores de la raza consideran que el antepasado del Chihuahua fue un perro desnudo que, viniendo de Asia a través de Rusia, cruzó el estrecho de Bering y alcanzó los territorios de la actual Alaska. Los perros desnudos existían en China, África y Turquía, por lo que otra teoría es que el Crestado Chino fue «americanizado» en una época tan temprana como el siglo VII a.C., cuando las naves chinas alcanzaron las costas de América del Norte y de América Central. Podría ser, pero el sentido común nos hace pensar que, si los chinos llegaron a traer perros consigo, el espacio y la comida debieron haber sido reservados para los gordos y fuertes Chow Chow, capaces de servir como alimento a la tripulación durante un viaje tan largo, y no para mascotas desnudas, delicadas y pequeñas. ¿Y cuánto no habrían tenido que navegar a fin de traer la cantidad de perros necesaria para influir en la base genética de los perros americanos? ¿Se trató acaso de un Arca de Noé perruna?Chihuahua

Otros investigadores apuntan hacia los antiguos perros desnudos que habitaban México y América Central y del Sur. Las evidencias sugieren que siempre fueron perros domesticados, al menos desde que se convirtieron en desnudos. El folklore que rodea al Perro Desnudo Mexicano (Xoloitzcuintli) se entrelaza confusamente con el del Chihuahua, a pesar de que la talla más pequeña de Xolo reconocida por la Federación Cinófila Mexicana y la Federación Cinológica Internacional es dos veces mayor que la del Chihuahua más grande. Sólo en los Estados Unidos y sin estar reconocido por el American Kennel Club, aparece descrito en un estándar racial un Xolo miniatura.

Si continuamos con esta lógica circular, ¿por qué no suponer que fueron los perros desnudos de Perú y México los que influyeron en los perros chinos y no a la inversa? En las antiguas pinturas mayas encontramos representados pequeños perros desnudos con tupés. Es posible que los navegantes chinos quedaran fascinados con los perros desnudos de América del Sur, lugar donde inicialmente hicieron puerto o, más tarde, con los pequeñines descubiertos en México. ¿Por qué no habrían de llevarse algunos a su regreso a China y a otras partes del mundo? El tráfico en un solo sentido no tiene demasiada lógica y, como se podrá ver, hay datos que lo contradicen.

Adicionalmente, cualquier criador de perros razonable objetaría cualquier conexión entre los perros desnudos y el Chihuahua basándose en sus conformaciones marcadamente diferentes. La forma rectangular de la cabeza de los perros desnudos es absolutamente diferente a la del Chihuahua. Todos los desnudos tienen colas largas, redondeadas y en forma de látigo, mientras que el Chihuahua tiene una cola peluda, aplastada y erecta. Los largos pies en forma de garras de los primeros Chihuahua no se encuentran en ninguna otra raza. Como apuntábamos al comienzo, el Chihuahua tampoco se parece al San Bernardo y no es que tratemos de convencer a nadie de que fueron la misma raza en un momento determinado.

Pero si aceptamos que no hay evidencia alguna para argumentar que el Chihuahua desciende de perros desnudos o de perros chinos traídos por mar a la América del Sur y Central durante el siglo V, entonces deberemos buscar otra explicación.

A mi modo de ver, hay teorías más plausibles que sitúan las raíces de la raza en Egipto o Sudán, desde donde se produjo una migración a través del estrecho de Bering o desde donde fue llevada a través de los países mediterráneos hacia Malta. Evidencias físicas relacionan al Maltés de bolsillo con el Chihuahua, pero podría ser que su antepasado americano fuera dejado en la isla por los marineros de antaño. La característica singular, pero fácilmente demostrable, que comparten el «perro de bolsillo» y el Chihuahua es la presencia de la fontanela, esa suave depresión del centro del cráneo. La abertura craneal se cierra, en el resto de los perros, del mismo modo que ocurre con los niños, pero en la mayoría de los Chihuahua adulto, esa abertura puede detectarse fácilmente. Lo significativo de este hecho es que el Chihuahua es la única raza canina que presenta esa fontanela.

Como suele suceder con todas las especulaciones, la que sitúa el origen del Chihuahua en China o en Europa presenta importantes inconvenientes. Los perros de América del Norte fueron reverenciados por sus primeros habitantes, tal como se evidencia en Indian Knoll, un centro arqueológico de dos acres situado en Kentucky, Estados Unidos. En una sola excavación, el Dr. William Web encontró veintiún perros pequeños enterrados en tumbas que databan del año 3.000 a. C. En un conjunto de novecientas tumbas humanas, era evidente que ciertos perros tenían un significado y una posición social especiales para la comunidad que los criaba.

La excavación de Kentucky ofrece una evidencia irrefutable de que esos perros fueron domesticados en América del Norte mucho tiempo antes de su posible arribo en naves chinas haciendo escala en México. El norte de este país limita con los Estados Unidos desde la Costa del Golfo hasta el Océano Pacífico. Un viaje desde Kentucky hasta Chihuahua, en México, no llega a los tres mil kilómetros, es casi un paseo comparado con la ruta migratoria desde el lejano Oriente hasta Alaska.

ChihuahuaAdemás, como se recoge en la autorizada obra titulada Mamíferos del Mundo, de Walker (Volumen II, quinta edición), los restos más antiguos de perros domésticos, que tienen entre 11.000 y 12.000 años de antigüedad, fueron encontrados en Idaho (noroeste de los Estados Unidos) y en Irak (¡país fronterizo con Turquía, Siria y Arabia!).

Ningún historiador canino estuvo allí para recibir a los inmigrantes asiáticos, de modo que no sabemos si el antepasado del Chihuahua llegó con ellos o si, habiéndose encontrado primero con los esquimales, esos inmigrantes se movieron hacia el sur (Idaho) y allí fueron recibidos por los aborígenes americanos y sus pequeños perros. Este escritor puede aceptar tal teoría con la misma facilidad con la que yo especulo que lo que podría haber atravesado, con ellos, el puente de tierra, fue una rama evolutiva del zorro fenec. Lo único cierto es que los primitivos norteamericanos habían domesticado al perro miles de años antes de que los chinos navegaran hacia Acapulco. De manera que, como se dijo antes: ¿por qué el viaje no habría podido ser en la otra dirección? Tal vez, los primeros exploradores llegados de China se llevaron con ellos de regreso a los graciosos perritos mexicanos que habían continuado su migración hacia el sur.

En cualquier caso, parece cierto que el Techichi tolteca fue el antecesor más reciente del Chihuahua actual. Algunos creen que el Techichi fue, en realidad, un roedor, pero las fronteras lingüísticas impiden comprobarlo. Los toltecas forjaron una civilización espléndida que dominaba gran parte de México. Fueron los constructores de la gran Pirámide del Sol, a sólo 60 kilómetros de lo que es hoy Ciudad de México. Una de sus ciudades fue Chichén Itzá. Cuando mi esposo y yo estuvimos allí, en medio de las ruinas, nos conmovió comprobar no sólo lo avanzados que estaban sino también su manera de estar en sintonía con el cielo, el universo y las estaciones, tal como se evidencia en los restos arqueológicos. Los toltecas trabajaron el metal y la arcilla, hilaron el algodón y extendieron el culto al dios Quetzalcoatl. Su imperio alcanzó el máximo esplendor alrededor del siglo X d.C., pero fue destruido por guerras internas y externas.

El perro tolteca está representado en piedras talladas que forman parte del monasterio llamado Huejotzingo. Determinadas partes del edificio están construidas con materiales transportados desde las pirámides aztecas de Cholula. El monasterio, levantado por los monjes franciscanos hacia 1530, se encuentra entre la Ciudad de México y Puebla.

La cultura tolteca cedió su puesto a la azteca, que parece haber adoptado al Techichi y a los perros desnudos, a los que utilizaba en los sacrificios religiosos. Los aztecas usaban matracas y dos tipos de tambores ceremoniales, el huehuetl o tlapanhuechuetl (vertical) y el teponaztli (horizontal). Existe una interesante pieza de museo que es una matraca moche, en cuya parte superior aparece el retrato perfecto de la cabeza de un Chihuahua moderno. Una cabeza humana completa el mango. Los aztecas atribuyeron a estos perros un gran significado religioso y por ende, eran una ofrenda de gran consideración hacia los dioses.

Con los avances sociales y las progresivas facilidades de la vida, la gente pudo disponer de mayor cantidad de tiempo para dedicarse a actividades tales como la cría de perros. Las evidencias arqueológicas demuestran que su cría selectiva evolucionó desde un interés probablemente alimenticio hacia otro de significación espiritual, para llegar finalmente a un interés puramente suntuario: la mera compañía.

Este lazo está claramente expresado en una figura que tiene una antigüedad de más de tres mil años. Representa a un perro besando la cara de una persona. Es fácil de comprender, entonces, que los Chihuahua fueran enterrados con sus amos y que los arqueólogos hayan encontrado restos de esta raza en tumbas humanas, tanto en México como en los Estados Unidos. Un ejemplo maya de un Chihuahua criado como mascota se encuentra en la figura de una mujer que camina con un niño de la mano mientras en la otra lleva un perro diminuto. Esta pieza data de los alrededores del año 750 d.C. y se encuentra en la Universidad Tulana de los Estados Unidos.

Si los antecesores del Chihuahua fueron los perros existentes en América del Norte, si fueron traídos en naves comerciales chinas, o si se originaron en el desierto egipcio, lo único cierto que sabemos es que un tipo de perro muy parecido al Chihuahua actual floreció en lo que es hoy el norte de México.

México reivindica su cuna por haber dado el nombre a la raza y, de hecho, el Museo de Historia Natural de ese país ofrece lo que muchos consideran la prueba irrefutable de que el Chihuahua es nativo del norte de México. Se trata de un esqueleto que mide sólo 17 cm de largo y que es claramente el de un perro tipo Chihuahua, con un cráneo abovedado que presenta varias fontanelas.Chihuahua

De modo que hemos dado la vuelta completa al círculo y la historia nos ha traído de vuelta a México y al sur de los Estados Unidos. Es lamentable que los muchos dialectos hablados por los indios americanos contribuyan tan poco a la hora de ofrecer descripciones significativas de los perros nativos. Los indios, artistas altamente creativos, usaban más el simbolismo que el realismo, y para dar a conocer a las generaciones venideras las experiencias y los hechos del pasado se apoyaban únicamente en la tradición oral conservadas y transmitidas por los narradores.

Hay una tradición que se refiere claramente al Chihuahua. Se creía que este perro no sólo podía ser un compañero en el otro mundo, sino que podía desempeñar una función mucho más seria a favor de su dueño. Se pensaba que los pecados del dueño eran transferidos al perro, con lo que el primero tenía entonces entrada libre al otro mundo. Llegar allí no era tarea fácil, ni siquiera para un alma libre de pecados.

El franciscano fray Bernardino de Sahagún, que vivió en la época de la conquista española, era un gran admirador de los aztecas. Él escribió mucho y registró cierta versión de una leyenda muy conocida que puede explicar un par de rarezas modernas… Primero, la historia.

Escribiendo acerca de la asistencia espiritual que ofrecían los perros, decía que los muertos, junto con todas sus ropas y pertenencias, eran incinerados, pero aquel que no tenía nada partía solo y desnudo y debía arrostrar muchas penas y sufrimientos para atravesar el lugar de las aspas de obsidiana. A éste, le hacían llevar un perro amarillo a cuyo cuello ataban una cuerda de algodón. Se decía que el perro abriría paso al muerto a través del paraje de los nueve ríos, en la tierra de los muertos.

Un narrador se refiere a «un perro amarillo que usaba un cordón de algodón de tejido suelto en forma de collar. Los hombres dicen que él lleva al muerto a través del río de los nueve brazos hacia Meitlantecutli. Allí el cauce es ancho y los perros son los barqueros, de modo que cuando cada uno reconoce a su amo, salta al agua para ayudarlo en la travesía».

Los colores son significativos en todas las culturas, y para los aztecas el amarillo representa la muerte. Por eso, los perros amarillos eran sacrificados, de manera que pudieran preceder a sus amos en el viaje hacia la otra orilla. Allí esperaban, para ayudar a sus queridos amos a cruzar el río de los nueve brazos.

Cuando uno ha experimentado la absoluta devoción de un Chihuahua, le resulta fácil entender cómo aquella cultura tan desarrollada pudo creer que un perro como éste asumiría de buen gusto los pecados de su amado dueño. Y más aún, que ese mismo perro esperaría la llegada de su amo para actuar como correo y hacerlo llegar al cielo azteca.

¿No deberían todos tener un Chihuahua?

Posiblemente ésta es la razón por la cual –según se dice– Moctezuma, el último gobernante azteca, tenía cientos de Chihuahua en su increíblemente moderno palacio. Los grabados se refieren a la fontanela, de manera que hay pocas dudas acerca de que los perros no hubieran sido Chihuahua puros.

¿Y habrá sido también por la misma razón que, más recientemente, el general Santa Anna (el dictador mexicano que vendió el norte de México a los Estados Unidos en 1848) mantenía un gran número de Chihuahuas de color dorado cervuno? Ellos lo acompañaban a las batallas, sin duda para guiar su alma a través del río de nueve brazos en el caso de que él resultara muerto. De hecho, los perros estaban en su campamento cuando fue finalmente derrotado y capturado, en 1836.

La teoría que sitúa el desarrollo del Chihuahua en Europa y supone que esta raza llegó al Nuevo Mundo en brazos de los exploradores españoles, ignora completamente los registros históricos. Los españoles hicieron un uso muy singular de los perros en aquella época. Trajeron a América caballos y no perros. Cuando no había posibilidad de cazar en el territorio donde se encontraban y no disponían de caballos heridos que pudieran ser sacrificados, los españoles invadían los asentamientos indios en busca de comida, y eso incluía los perros nativos y, en ciertas tribus, los perros conservados para los sacrificios o en calidad de mascotas.

ChihuahuaUno de los primeros exploradores de América del Norte, Hernando de Soto, escribió que los perros resultaron una gran fuente de alimentos para los cientos de soldados que estuvieron bajo sus órdenes durante la exploración del sureste de los Estados Unidos. Los conquistadores españoles no sólo diezmaron la población indígena desde la península de Florida hasta México sino que también exterminaron a miles de perros.

Los cronistas españoles anotaron que los aztecas castraban y engordaban a los perros machos dándoles maíz y que luego se los comían. No existen dudas de que los usaron en ceremonias religiosas, pero repasando los relatos de los españoles uno se pregunta si, en realidad, los indios no habrían sido forzados a criar perros en grandes cantidades para alimentar a los conquistadores que los esclavizaban.

No existe ninguna evidencia pictórica confiable sobre la existencia de perros tipo Chihuahua en Europa, antes de que Cristóbal Colón descubriese América y el continente fuese explorado. Hay una pintura de Botticelli, fechada en 1481, que aparece en un fresco de la Capilla Sixtina. Por tener dedos largos y en forma de garras se dice que el perro allí representado tiene tipo de Chihuahua, pero los aficionados al Bull Terrier aseguran que se trata de un antepasado temprano del Terrier blanco inglés. El debate también ha alcanzado una pintura veneciana de Pietro Longhi, porque en ella se representa a una mascota familiar con tipo de Chihuahua. Aún se especula que la perra descendía de un perro mexicano traído de vuelta a Europa por un héroe victorioso de noble corazón.

En realidad, es probable que el diminuto perro de pelo corto fuera cruzado con perros Spaniel europeos para producir otras deliciosas razas pequeñas. Estos perros de nuevo tipo, cruzados de nuevo con el Chihuahua, junto con un puñado de diminutos perros del tipo Pomerania y otros falderos de aquella época, produjeron el Chihuahua de pelo largo y quizá fueron los responsables del acortamiento de las anteriormente gigantescas orejas.

Además de buscar «El Dorado», los españoles intentaron convertir la población indígena al cristianismo. Para ello, hicieron uso de muchos recursos radicales, incluyendo la subversión de las creencias religiosas más profundas de los pueblos que sojuzgaron. Prohibieron el sacrificio de perros con fines religiosos o de convite, pero pasaron algunas décadas antes de que esto resultara realmente abolido.

Los archivos de la Misión Agustina, cerca de veinte años después de la Conquista de 1539, describen el mercado azteca de perros de Acolhuán. Se dice que los perros eran vendidos exclusivamente con fines alimenticios y que, usualmente, se les comía en ceremonias especiales como bodas, funerales y festines religiosos.

En 1578, Francisco Hernández describió un perro que él consideró era el Techichi. Escribió que este perro era criado por los indios como fuente de alimento, asegurando que ellos lo comían del mismo modo que los españoles comían conejos. Es posible que los cronistas del siglo XVI no tuvieran mucho en cuenta los hechos sino las razones que los sustentaban.

Habiendo estado en San Esteban, una iglesia del siglo XVII que se encuentra en lo alto de un pináculo llamado Acoma o, más recientemente, Skay City, me inclino a pensar que aquella gente tranquila y pequeña, que resultó esclavizada tan efectivamente por los españoles, hubiera comido o vendido cualquier cosa con tal de sobrevivir. No lejos al oeste de Alburquerque, en Nuevo México, Acoma es el asentamiento habitado más antiguo de los Estados Unidos, establecido desde que los españoles lo fundaron por primera vez en 1540. Allí la gente es pobre y primitiva. El agua aún se almacena en hondonadas de arcilla cocida diseminadas a lo ancho de la diminuta comunidad. La poca gente que sale de la sombra de sus viviendas de adobe para ser fotografiada o para vender su bella cerámica, parece complaciente pero muy distante de los turistas. Está vivo en el recuerdo el reino de tortura sufrido bajo los gobernantes blancos cuando, para la construcción de la iglesia, forzaban a esta gente a acarrear sobre sus hombros enormes vigas durante cien millas de camino a través del desierto calcinante, sin que se les permitiera descansar. No vimos perros, sino sólo la sombra de aquellos que pudieron haber sido...

Seguramente, algunos eran demasiado pequeños como para que el duro conquistador llegara a notar su presencia, o tal vez no se les consideró dignos de un asado. Los más pequeños y apreciados pudieron haber sido escondidos en las altas viviendas de los indios Pueblo. De una cosa sí podemos estar seguros: todos los dueños de Chihuahua están profundamente agradecidos porque los diminutos habitantes del desierto escaparan al hambre de los españoles.Chihuahua

Historia actual

La primera noticia que se tuvo del Chihuahua como raza específica parece haber sido de alrededor de 1884, cuando algunos mexicanos emprendedores empezaron a vender sus Chihuahua a los turistas en los mercados fronterizos. Los diminutos perros fueron llamados Texas Mexicano y Perros de Arizona, según el lugar en que uno se encontrase en esos momentos. Con el tiempo, llegó a asociárseles firmemente con el estado mexicano de Chihuahua, al sur de la frontera y fue así como aquel perro que no sabía nada de fronteras llegó a ser conocido como Chihuahua.

Se dice que un juez de perros estadounidense compró uno en El Paso, Texas, y después otro proveniente de Tucson, Arizona. Mr. Watson escribió una obra de dos volúmenes que trataba sobre perros, pero a pesar de que la raza había sido reconocida en los Estados Unidos en 1903, se negó a mencionar al Chihuahua en su libro. ¡Era demasiado para él!

El primer Chihuahua registrado oficialmente fue un perro llamado Midget, inscrito en el Libro de Orígenes del American Kennel Club junto con otros tres, en 1904. El Reino Unido no se quedó atrás: registró su primer Chihuahua en 1907. México hizo su entrada en el mundo canino moderno un poco tarde, pero en 1934 garantizó exenciones para la inscripción de los Chihuahua.

Hacia 1915, había 30 Chihuahua registrados en los Estados Unidos y ese número se elevó a más de 25.000 en la década de 1970. La raza es más popular en ese país y en Europa que en el propio México, sin duda porque todo lo «extranjero» es siempre mejor que lo que ha estado toda la vida bajo nuestras narices.

Uno de los primeros progenitores de notoriedad fue Carranza, llamado así probablemente para imitar el nombre del presidente de México. Este Chihuahua rojo de pelo largo vivía en el estado de Pennsylvania donde encontró la muerte en las fauces de un Dogo Alemán que, según se dice, ¡lo confundió con una ardilla! Afortunadamente esto ocurrió después de que él hubiera procreado a Meron y a Perrito, que resultaron los fundadores de dos grandes líneas estadounidenses. La línea de Perrito desapareció hacia finales de la década de 1920, pero su influencia fue altamente apreciada en las generaciones subsiguientes. La mayoría de los especialistas en la raza concuerdan en que Carranza pudo no haber sido un perro de pura raza, a pesar de haber sido registrado, porque no hubo ningún Chihuahua de pelo largo en México hasta los alrededores de 1959. En realidad, fue necesario que pasaran 29 años después de la fundación del Club Chihuahua de los Estados Unidos, en 1923, para que otro club dedicado al Chihuahua de pelo largo, llegara a existir.

Los Chihuahua de pelo corto y de pelo largo fueron exhibidos juntos hasta 1952, cuando fueron considerados como dos variedades separadas en las exposiciones caninas. En los Estados Unidos, todavía hoy las dos variedades se cruzan entre sí, por lo que en una misma camada es posible encontrar perros de pelo largo y otros de pelo corto.

Actualmente, se registran más de 20.000 Chihuahua, cada año en el American Kennel Club. De esta cantidad, sólo se exhibe un número limitado, pero la raza mantiene su extrema popularidad porque los criadores se esfuerzan por preservar sus singulares características.

El Chihuahua en Inglaterra

Algunos representantes de la raza llegaron a Inglaterra, provenientes de los Estados Unidos y también directamente desde México, en los últimos años del siglo XIX. En 1897, un Chihuahua fue formalmente exhibido en la Exposición de la Asociación Canina para las Damas (Ladies Kennel Association, L.K.A.). La prerrogativa para el registro se produjo en 1907, lo que podría parecer un meteórico ascenso hacia la fama si no fuera porque ocurrió 17 años antes de que el siguiente Chihuahua fuera registrado.

ChihuahuaCuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, había inscritos menos de cien Chihuahua. Su escasa población fue duramente afectada por los bombardeos y la devastación subsiguientes. En 1949, sólo quedaban registrados ocho Chihuahua.

Cuando los hogares y las familias se restablecieron, muchos volvieron a tener perros por el placer de su compañía y el Chihuahua fue entonces una pequeña alma agradecida capaz de llenar los corazones y brazos vacíos de aquellos que habían sufrido pérdidas terribles. La población creció rápidamente y, hacia 1953, había 111 Chihuahua registrados en el Kennel Club Inglés.

Debido a una huelga de los electricistas, la Exposición Crufts de 1954 tuvo que ser suspendida, de modo que los primeros C.C. realmente fueron otorgados por el Kennel Club de Escocia en la Exposición de Glasgow. En un empate, durante el concurso por el título de primer Campeón del Récord, la raza entró en los libros de récords cuando los dos mejores Chihuahua del evento obtuvieron sus títulos en la misma exposición ¡y en el mismo día!

Hacia 1965, la raza se había separado en dos variedades: pelo largo y pelo corto. En el Crufts de ese año se inscribieron 89 Chihuahua de pelo largo y 159 de pelo corto. La totalidad de perros registrados había ascendido a más de 3.000 debido a los avances en las técnicas de cesárea veterinaria.

En las décadas siguientes, la población y la popularidad de la raza continuaron en ascenso, a pesar del escaso número de cachorros de sus camadas. Desde el Reino Unido la popularidad del Chihuahua se expandió a otros países, y hacia finales de la década de 1970 era obvio que el perro mexicano había encontrado un hogar muy acogedor en Europa.

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